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20130824

Listillos e inteligentes

Mucha gente suele confundir ambos conceptos hasta creer que significan lo mismo. Pero no. En realidad se trata de dos especies humanas diferentes que muchas veces no conectan en absoluto. En este post vamos a analizar las sustanciales diferencias entre ambos. 

EL LISTILLO 
El listillo no tiene por qué tener un CI muy alto y, mucho menos, un nivel intelectual y cultural aceptable. Sencillamente, se limita a un vademécum básico, adaptado al ecosistema donde vive. Es un individuo/a muy preparado para la supervivencia que sabe focalizar su nula, suficiente o brillante capacidad cerebral en un solo objetivo. Eso explica por qué a veces vemos a individuos/as que no saben hacer la "O" con un canuto gozando de un alto nivel adquisitivo. La explicación es simple: el listillo sabe concentrar sus esfuerzos en un solo leit motiv, ya sea ganar dinero, tener una pareja prestigiosa, regar los geranios, hacer pasteles o explotar sus encantos físicos. Por definición, el listillo/a es feliz porque limita su vida a cosas superficiales y no se complica la vida con cuestiones espirituales y filosóficas poco prácticas. Socialmente es muy eficiente. Siempre busca la compañía y la influencia de personas que le pueden procurar beneficios. Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. 

No obstante, el listillo es sumamente selectivo en sus relaciones sociales. Jerárquicamente es sumiso, pero sabe como montar una infraestructura a su medida. Es perfectamente consciente de sus limitaciones intelectuales, así que evita a toda costa a los inteligentes. Sabe que éstos van a detectar rápidamente que es un oportunista, una rata de cloaca, un sociópata o un imbécil que va de listo. Así, busca la compañía de gente vulgar y sin valores, con la que puede compartir su pobre universo moral y espiritual. Al listillo sólo le apetece la compañía de gente de su perfil básico o por debajo de él. Son los peones que él/ella necesita, a quienes puede utilizar en todo momento. Las especulaciones abstractas no le interesan porque no rinden beneficios materiales y/o sociales. Por tanto evita a los intelectuales por que, aparte de saber que son superiores a él, es consciente de que detectan de inmediato la inmundicia que habita en su espíritu. Los intelectualoides son un incordio para el listillo, hasta tal punto de que, si puede, tratará de eliminarlos, marginarlos, ignorarlos, eliminarlos y/o inutilizarlos. El listillo, por consiguiente, usa una inteligencia de bajo perfil que evita en todo momento el roce con las esencias divinas que hacen hombre al hombre: espiritualidad e intelecto. Lo suyo no es inteligencia: es el mismo instinto que conduce a la hiena hacia la carroña. Es una basurilla humana dedicada al mercado más básico, al éxito inmediato, a la más rutilante vanidad. Si algún día tienen la desgracia de darse cuenta de ello, su vida acaba en el alcoholismo y el suicidio. 

 EL INTELIGENTE

A diferencia del listillo, el inteligente tiene demasiada actividad en el cerebro y suele dispersarse en un montón de cuestiones abstractas y absurdas. El inteligente es un ser desgraciado por definición. A los 8 años ya está mirando las estrellas planteándose si Dios existe o no. Su cabeza está llena de mierda, un montón de información muchas veces inútil que se atasca en sus conductos cerebrales, lo cual conduce a una neurosis inevitable. Muchas veces, el inteligente es tan inteligente que puede actuar como un auténtico gilipollas. No sabe bajar de su limbo y se deja el grifo abierto o se olvida de cerrar el gas. El inteligente suele padecer cortocircuitos frecuentes dentro de su mente por el exceso de información. El bombeo de ideas dentro de su cerebro le hace vivir en una nube. Tiene una magnífica capacidad para las ideas abstractas, lo que le hace llegar a conclusiones en ocasiones maravillosas, a veces descorazonadoras. Sabe demasiado y eso le hace infeliz. 

Ser muy inteligente no significa ninguna ventaja. Muchas veces es la causa de enfermedades mentales como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el autismo. Al inteligente le cuesta encontrar gente que esté a su nivel y eso le conduce a la marginación y/o incomprensión social. Socialmente no es como el listillo. No, el inteligente no sabe relacionarse. 

El inteligente tiene visión de rayos X. Sabe detectar la abyecta naturaleza humana y rápidamente siente náuseas a causa de ello. Es un niño que no ha salido de su mente. Sus ideas son puras, sus sentimientos indefinidos. Vive dentro de una ecuación. Se imagina cual sería el universo estético ideal. Poco a poco se va dando cuenta de los corsés que limitan la existencia de la especie. Acaba siendo depresivo. Es un genio incomprendido. Muchas veces no sabe como expresar lo que le corre por dentro. Odia a los listillos, en parte por envidia, en parte por asco. Siente una frustración muy grande al saber que gente tan vulgar tiene tanto éxito en “el mercado”. Su escaso margen de felicidad se colma cuando un día alcanza a comprender verdades esenciales, secretos no revelados para el común de la gente. No obstante, su continuo misticismo, en busca de los más recónditos enigmas, suele acabar en el alcoholismo y el suicidio. El inteligente sólo consigue el éxito dentro del ámbito académico, cuando tiene la suerte de que su talento sea reconocido. 

EN CONCLUSIÓN: El inteligente y el listillo son como el perro y el gato. Están condenados a no entenderse. Pero si un día los intereses de ambos coinciden, el éxito está garantizado. El inteligente es quien pone el genio y las ideas. El listillo es quien las vende; su gestor. Es una asociación que debería darse más a menudo.

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