Buscar en este blog

20140207

Goering y el esmalte de uñas

El mariscal del Reich Hermann Goering se entregó voluntariamente a los aliados en 1945. Sabía que la guerra estaba perdida. Antes del comienzo de los juicios de Nüremberg fue llevado a un campo de internamiento en Luxemburgo. Al mando estaba el coronel Burton Andrus. Goering se creía un tipo muy importante y pidió ser recibido por el general Eisenhower. Su petición fue denegada. No obstante, consiguió ganarse la simpatía de sus carceleros yanquis. El obseso mariscal nazi se convirtió en una especie de estrella de Hollywood. Hasta le pedían autógrafos. Con un vistoso uniforme lleno de insignias ofrecía un aspecto imponente. Pesaba 120 kilos y estaba gordo como una patata. Andrus ordenó inmediatamente que le fueran arrebatadas las medallas y se le dejara sólo con el uniforme.

En una de sus innumerables maletas encontraron abundante medicación, según él para una dolencia cardíaca. Declaró que tenía que tomarse 20 pastillas por la mañana y 20 por la tarde. Lo único cierto es que Goering era adicto a la morfina desde el putsch de la cervecería en 1923. Había tenido que huir a Austria con un balazo en la cadera y fue atendido por un médico que le suministró la droga en grandes cantidades. El nefasto e incompetente comandante supremo de la Luftwaffe vivió el resto de sus días como un auténtico yonqui. 

Pero quizás uno de los aspectos que más impresionó a los americanos fue que el sujeto llevaba las uñas pintadas. Goering tenía fama de ser un gigoló, aunque se sospechaba que era impotente. Se dudaba de su paternidad. También había rumores de que le gustaba vestirse de mujer. Era el ladrón de obras de arte más grande de la historia, un individuo histriónico, teatral y seductor. Consiguió camelarse a un garrulo de Texas llamado Jack Tex Wheelis para que le entregara una cápsula de cianuro que guardaba en su equipaje. Y se suicidó antes de la finalización del juicio. 

El documental La última batalla de Goering narra todos estos hechos en formato teleserie. Vale la pena echarle un vistazo.

 verlo.