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20150720

Historia de la Mierda, por Dominique Laporte

Historia de la Mierda es un ensayo del psicoanalista francés Dominique Laporte, publicado en 1978. Me lo he leído en estos días y creo que es un texto interesante para comprender como la mierda, la basura y la inmundicia son temas que se suelen dejar aparcados, pero ningún objeto, ni siquiera el sexo, ha dado tanto de que hablar a lo largo de la historia. El libro es puro freudomarxismo, una versión estándar de ese matrimonio teórico que tuvo su máximo exponente en la Escuela de Frankfurt. 

Para empezar, parece una parodia de la retórica de la extrema izquierda en la escena intelectual parisina de los años 70’s. Laporte, además, lo adorna con un tono deliberadamente irónico, con lo que se hace difícil precisar donde acaba la broma y donde comienza lo serio. Expresado en términos escatológicos, el input-output de sólido a líquido es constante. 

Este es un tipo de discurso que se atraganta con facilidad, pero sumamente atractivo para mí. En mi adolescencia pasé de leer 13 Rue del Percebe a Focault sin atravesar ninguna fase intermedia. 
El libro se inicia con un curioso paralelismo. En 1539 un edicto del Rey de Francia obligaba a todos los habitantes de la por aquel entonces pestilente ciudad de París a guardar todos sus detritus –todos- en su casa, hasta el momento de ser transportados más allá de los arrabales de la ciudad. Nada de lanzar el contenido de los orinales por las ventanas, ni las aguas putrefactas de las coladas. Nada de matar cerdos y gallinas en la vía pública. Orden, Limpieza y Belleza: esa era la consigna. 

El edicto afectaba a todas las clases sociales. Véase, si no, esta carta de la duquesa de Orleans a la electriz de Hannóver desde Fontainebleau, el 9 de octubre de 1694: Sois muy dichosa de poder cagar cuando queráis, ¡cagad, pues, toda vuestra mierda de golpe!... No ocurre lo mismo aquí, donde estoy, obligada a guardar mi cagallón hasta la noche; no hay retretes en las casas al lado del bosque y yo tengo la desgracia de vivir en una de ellas, y, por consiguiente, la molestia de tener que ir a cagar fuera, lo que me enfada, porque me gusta cagar a mi aire, cuando mi culo no se expone a nada. Todo el mundo nos ve cagar; pasan por allí hombres, mujeres, chicas, chicos, clérigos y suizos 

[Suizos ¿?¿¿¡¡] [¿Será por eso que son los amos del oro, del dinero y del principal paraíso fecal…?] 

Al mismo tiempo, se producía el definitivo intento de doctos, académicos, abades y poetas para acabar con las impurezas con las que un latín degenerado, practicado durante siglos sin ningún control, había ensuciado la lengua francesa.

El edicto de Villers-Cotterets dice: El latín es el olor a estadizo: lugar del saber escolástico corrompido, tiene ese regusto a litera de los colegios de entonces. Lugar de la ambigüedad y de la duda. Uno se confunde a causa de la comprensión de las palabras latinas, es una lengua turbia…

La tesis de Laporte es, en cierto sentido, una afirmación lógica y consecuente que surge del materialismo marxista y su relación con el psicoanálisis freudiano. Laporte remarca la subjetividad que se refleja dentro de los intentos de la civilización para hallar un modo de convivir con los desperdicios. El desarrollo histórico del sujeto occidental coincide con el más vil de los niveles, incluso se ve decisivamente influenciado por su relación con sus propios residuos. Como materialista, Laporte está comprometido con la idea de que el sujeto humano, en lugar de ser un moldeador con esencia metafísica, es un subproducto concreto de las condiciones materiales. [Obvio: hasta Claudia Schiffer hace caquita] En El Malestar de la cultura, Freud afirma que la civilización se define por su obsesión con el orden, la belleza y la limpieza. Laporte va mucho más allá y dibuja una influencia adicional de la ecuación psicoanalítica dinero/oro = heces. Audazmente sostiene que la condición que la estructura sociopolítica de la civilización pretende domesticar es la necesidad del ser humano de defecar. El capitalismo en ciernes del Renacimiento ya creía en el Becerro de Oro de la productividad, pero no tanto. El intento de privatizar la mierda fue un hito histórico que no tuvo continuidad. Lástima.

El argumento de Laporte implica una distancia ante lo repugnante y las cosas repugnantes, como la mierda, el pis, los cadáveres, los mocos, etc. Es decir, el sujeto, en la jerga freudiana, rechaza lo desagradable de su cuerpo. Laporte insiste en que las diversas prácticas por las que el sujeto se involucra de manera explícita con cosas tales como sus funciones excrementicias definen las características de la estructura misma de la subjetividad. En lugar de rechazar/desconocer su mierda pura y simple, el sujeto la sublima, empleándola como fertilizante o usándola como un producto de belleza. Laporte menciona que hasta el siglo XVIII algunas mujeres frotaban las heces en sus rostros para mantener un cutis hermoso. Lo mismo hacían las mujeres romanas, que usaban guano de pájaro para disimular pecas y verrugas. Hoy en día lo siguen haciendo, dada la cantidad de mantecas cadavéricas que contienen muchos productos cosméticos… Es la alquimia que transforma la mierda en oro, el burka burgués de una furcia sexy que busca un caballero solvente, simbiosis dinero-mierda, retención de capital, paraíso fecal, y así sucesivamente. En resumen, la civilización y sus formas concomitantes de la subjetividad se revuelcan en la inmundicia.

La Historia de Mierda es una excelente lectura de aseo. De aseo mental, sobre todo.