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20140619

Espíritu de 1945

La economía planificada donde el Estado hacía de balanza, árbitro y mediador entre la anarquía del mercado y la sociedad funcionó perfectamente en Europa Occidental entre 1945 y 1971. Winston Churchill se pensaba que iba a ganar las elecciones sólo por el prestigio que le daba su "victoria" sobre los nazis en la II Guerra Mundial. Dijo que cualquier intervención estatal sobre la economía era "totalitarismo". Y citó al "economista" austriaco Friedrich August von Hayek. Es decir: el vecino friki de Adolf Hitler. 

Fue el mayor error que Churchill cometió en su vida. Evidentemente, los británicos desconocían que Hayek acabaría convertido en el perrito faldero de Margarett Trucher. Desconocían el daño que Hayek y la maricona Milton Friedman causarían a la humanidad en el futuro. Los desmanes económicos que se han cometido gracias a las teorías de estos dos gañanes son tales que sería recomendable quemar sus cadáveres y tirar sus restos al Elba. 

Después de la II Guerra Mundial, la clase obrera británica [estibadores, conductores de trenes, mineros, etc.] desconocía totalmente quien era Hayek, pero estaba harta de servir de carne de cañón en conflictos que sólo servían para consolidar el prestigio y las ganacias del Imperio. Volvieron de la I Guerra Mundial con muñones por todo premio, sólo para comprobar que seguían en la misma miseria de siempre. Acabada la II Guerra Mundial no estaban para aceptar "teorías de mercado" de un economista austriaco indigente. Querían casas, agua corriente, empleos estables y sanidad gratuita. 

Se narra todo ello en un muy recomendable documental del director británico Ken Loach, llamado Espritu de 1945.